sábado, 17 de octubre de 2009

Sarah Brightman desplegó su rentable fórmula durante show en Santiago


La soprano, actriz y bailarina británica mostró anoche su mezcla de música clásica y popular ante un público mayoritariamente adulto.

por Manuel Maira
La Tercera.com

La voz del locutor invita a apagar los celulares y un aplauso entrecortado aparece como la mayor señal de un entusiasmo adulto. Algunos conversan en voz baja y otros simplemente miran fijo el escenario esperando el inicio del show. Son las 21.25 horas en el Movistar Arena, cuando se apagan las luces para recibir a la protagonista que aparece con casi media hora de atraso.

Sarah Brightman (49) lleva un vestido rojo y elegante, los brazos extendidos y una máquina de viento le agita el pelo. Desde el centro del escenario la cantante británica mira de frente a un público que mayoritariamente bordea los 50 años.

Mujeres entradas en edad con abrigos de piel junto a sus maridos y el resto de gente que incluso llegaba hasta algunos veinteañeros, todos parecen hipnotizados ante la grandilocuente introducción a cargo de su banda tan numerosa como ecléctica.

Entre aires épicos salidos de violines, una guitarra eléctrica, otra acústica, percusiones, bajo, teclados y contrabajos, Sarah Brightman despacha Fleur du mal y las ocho mil personas que llegaron al recinto del Parque O'Higgins se deshacen en aplausos.



"Buenas noches damas y caballeros. Estoy muy contenta de estar aquí con ustedes en Santiago", dice en perfecto español, para seguir con un show que antes de la primera media ahora apunta el primero de varios cambios de vestuario programados.

Ahora enfundada en un ajustado traje verde la soprano, actriz y bailarina muestra sus dotes líricas en una melodía tan transversal como Dust in the wind, original de Kansas. Un buen ejemplo de esa rentable y resistida mezcla que la industria le llama classical crossover y que no es más que la cruza entre música clásica y popular, que anoche fue aprobada en forma unánime por sus fieles.

La íntima interpretación de La luna y Nessun Dorma reveló su gran forma lírica que recogió uno de los mayores aplausos de una jornada estructurada en dos bloques. Un intermedio de 20 minutos en que el público aprovechó de ir al baño y comprar refrescos antecedió a la última parte, que cerca de las 23 horas comenzaba con una introducción tan grandiosa como la inicial. Y la gente seguía como hipnotizada.

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